25 confesiones de una persona que siempre llega tarde

La vida del impuntual no es nada fácil.

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  1. No lo hacemos a propósito. En serio.

  2. Lo que ocurre es que siempre acaban surgiendo imprevistos. Normalmente son cosas extremadamente mundanas: no encontrar las llaves, descubrir que el jersey que te ibas a poner está sucio o caer en la cuenta que le habías prometido a tu compañero que ibas a lavar los platos antes de salir.

  3. Aunque, sí, a veces se debe a la procrastinación pura y dura. Como cuando tienes una cita en una hora y cinco minutos e insistes en ver otro capítulo de House Of Cards. Como si en esos cinco minutos pudieras ducharte y llegar al destino. Aunque esté a cinco paradas de metro.

  4. Entonces tenemos que mandar el típico mensaje de “estoy en 5 minutos”. En realidad, nosotros sabemos que la otra persona sabe que eso es mentira. Pero es una convención necesaria. Por cierto, en ese momento estamos entrando en la ducha.

  5. Durante el trayecto tienes que romperte la cabeza para dar con una excusa mínimamente decente. Una que no hayas utilizado como cuarenta y siete millones de veces. La clave es encontrar el equilibrio entre creatividad y credibilidad. Tiene que ser una idea lo suficientemente elaborada como para que no suene a lugar común pero no excesivamente rocambolesca para que no tengas que dar trescientas mil explicaciones, aumentando el riesgo de caer en incoherencias. Sí, es un poco complicado. Mucho más que simplemente llegar a la hora.

  6. Llega un punto en el que ya no vale la pena disimular. Especialmente con tus amigos más cercanos. Sabes que hay confianza cuando puedes llegas 20 minutos tarde y nadie te pide explicaciones.

  7. Sí, ya sabemos que somos unos impresentables.

  8. Pero nuestros amigos nos entienden. Y por eso nos citan media hora antes de la hora en la que en realidad llegará el resto de gente.

  9. Y, aún así, nos las arreglamos para llegar tarde.

  10. No, no tenemos remedio.

  11. Hay días en que, por alguna insólita conjunción astral, logramos ser puntuales. Entonces todo el mundo te mira con cara de sorpresa y te pregunta si todo va bien. Y alguien te hace alguna broma tonta. Y fuerzas la sonrisa sabiendo que no puedes contraatacar porque no tienes ningún tipo de legitimidad.

  12. También puede ocurrir que nos propongamos llegar a la hora con todas nuestras fuerzas pero que algún imprevisto (real) nos lo impida. Esto nos jode mucho. Te acercas orgulloso al punto de encuentro y de pronto el datáfono del taxista no funciona. Y tienes que dar vueltas hasta encontrar un cajero de tu banco. Y luego discutir con él si tiene derecho a cobrarte la distancia que habéis hecho porque no le funcionaba el maldito aparato. En estos momentos es cuando pierdes toda esperanza. Te das cuenta que no vale la pena. Que tu relación con el reloj siempre será un melodrama.

  13. Y cuando lo cuentas todo el mundo te mira con condescendencia porque piensan que es una excusa como otra.

  14. Y entonces pones cara de emoticono triste y dices “jo, pero esta vez es verdad”.

  15. Y nadie te cree.

  16. Y te lo mereces.

  17. Lo importante es saber apechugar con las consecuencias. Si llegas media hora tarde a una cena luego no puedes hacerte el ofendido al darte cuenta de que ya no quedan croquetas. Esa es tu particular manera de mantener la dignidad.

  18. Por cierto, la gente no sabe que la mejor manera de definirnos no es “impuntuales”, sino “malos gestores del tiempo”. En realidad, siempre hay un momento que vamos bien de tiempo. Pero entonces se produce un cortocircuito en nuestras cabezas que nos convierte en irracionalmente optimistas. Piensas que puedes estar listo en cinco minutos sin tener en cuenta la cantidad de cosas que debes hacer antes de salir de casa. Es decir, no es una cuestión de falta de respeto a los demás, sino de exceso de optimismo respecto a nosotros mismos.

  19. Podríamos ponernos más profundos. ¿Es nuestra impuntualidad crónica síntoma de una pulsión escapista? ¿O de nuestra incapacidad para afrontar los problemas? Llegar tarde es un poco lo mismo que no abrir un e-mail porque sabes que el contenido no te va a gustar. Si de pronto nos empezasen a llamar “cobardes” en vez de “tardones”, quizá sí que nos plantearíamos corregir nuestra mala costumbre.

  20. Existen aquellos que incluso le han buscado una explicación médica. A menudo, la impuntalidad se ha asociado con la fobia social o con el Trastorno por Déficit de Atención. ¿Inventarán algún día la pastilla contra la tarditis?

  21. La impuntualidad también puede tener cosas buenas. Llegar el primero a una fiesta, por ejemplo, no mola. Llegar un poco tarde siempre te da un cierto estatus. Aunque solo sea en tu imaginación.

  22. Pero seamos claros: por lo general, ser impuntual solo te trae problemas. Especialmente en el trabajo. A nadie le gusta que el jefe te mate con la mirada cada vez que llegas tarde a las reuniones del lunes por la mañana. Entonces te sientes como cuando el profesor del instituto te amenazaba con no dejarte entrar en clase como volvieses a llegar con retraso. Y te preguntas si vas a madurar algún día.

  23. Y luego están los que te preguntan por qué. Esos son los peores. ¿Por qué? ¿Cómo que por qué? Por nada. Y por todo.

  24. Sí, amigos, la vida del impuntual no es fácil.

  25. Y, ahora, deja de leer esto que vas llegar tarde.

¿Quién dijo que la impuntualidad era un signo de indolencia?

Fuente: playgroundmag


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