Enseñemos a las niñas a crecer siendo valientes, no siendo perfectas

Podemos decidir, caminar, bailar, subir árboles, estudiar y viajar por nosotras mismas.

1

Crecí siendo una niña delicada pero fuerte. Me revolcaba en la tierra, jugaba con niñas y niños por igual, armábamos un set de carreteras con mi hermano mayor, “preparaba” la comidita, corríamos por la calle, andábamos en bicicleta, jugábamos Nintendo, peinaba a mis muñecas, y mis papás nunca nos dijeron que estuviera mal que jugáramos todos “revueltos”. De hecho ellos eran los primeros en defender esa idea.

Tampoco me dijeron que me veía muy mal cuando se rompía mis vestidos por deslizarme de  una piedra. Pero esas (buenas) ideas no son tan globales como nos gustaría.

2

¿Qué tan diferentes esperas que sea la disposición de niños y niñas para realizar una tarea? Una psicóloga de la universidad de Columbia, en Estados Unidos,  realizó un estudio durante la década de los 70 y obtuvieron una serie de resultados inesperados, que podrían seguir teniendo vigencia aún en el siglo XXI.

Abordó a un grupo de estudiantes de 5º grado y les encomendó una tarea complicada y nueva para ellos.

3

Asombrosamente, se dio cuenta que las niñas eran las primeras en abandonar la actividad. Se dio cuenta que aquellas quienes tenían las mayores calificaciones, se retiraban más prematuramente que el resto de sus compañeros hombres.

4

Mostraban una conducta de indefensión aprendida, es decir, un comportamiento adoptado para comportarse pasivamente que se da cuando se tiene la sensación de no poder hacer nada, a pesar de que se les dieran las oportunidades para realizarlas.

 Los niños con  mejores calificaciones, tomaron una postura diferente. Se sintieron motivados y enérgicos y vieron a la actividad como un reto intelectual, con lo que redoblaron esfuerzos para cumplir con su objetivo.

1

En torno a responder qué pasó con las niñas que abandonaron la tarea y los niños que la realizaron a pesar de cualquier obstáculo, se puede determinar que las niñas mostraron una actitud de vulnerabilidad y menos confianza, respecto a niños de su edad.

No tiene que ver con la falta de habilidad sino con la manera en que se enfrentan a los retos.

5

Por un lado, las niñas analizaron y se cuestionaron a fondo la tarea, lo que las hacía más propensas a “tirar la toalla”. En cambio, los niños actuaron impulsivamente porque estaban convencidos de que podrían conseguir terminar la actividad a través del esfuerzo.

Lo anterior funciona muy bien para entender lo que pasa durante la madurez.

6

En realidad, la conducta se repite aún cuando llegamos a la época laboral. Tan sólo mencionar que, estadísticamente, los hombres se presentan a una entrevista de trabajo aún si sólo cumple con el 60% de las habilidades demandadas, mientras que las mujeres sólo nos atreveríamos si tienen el 100% de lo que se solicita.

La mayor diferencia de estas actitudes depende en la educación que recibimos. Se nos ha enseñado que los niños son valientes y las mujeres debemos ser cautelosas, delicadas y perfectas.

7

Se ha avanzado mucho en torno a la igualdad entre los hombres y las mujeres, pero el pensamiento colectivo es prácticamente inamovible. Sobretodo si las generaciones que crecieron y nos educaron de esa manera, son los patriarcas y matriarcas de nuestra sociedad. Mucho tiene que ver con las concepciones sexistas, es la verdad.

Entonces se sigue educando a los niños para que nunca lloren ni sean débiles, y a las niñas para que seamos finas y recatadas.

8

Con todas las limitaciones hacia las mujeres, muchas crecieron con la idea de que deben ser perfectas y damas, y subir por las ramas y ensuciarse la cara está prohibido, por supuesto. Es como si les dijera que de ellas no se espera nada, sino que deben esperar a que su “caballero” las rescate cuando están en peligro.

Una basura, sí, porque si todo fuera distinto a estas alturas de actualidad, todas nos atreveríamos (y no sólo algunas) a decidir, caminar, bailar, subir árboles, estudiar y viajar por nosotras mismas.

9

Y seguro no le temerían a casi nada. Pero por desgracia somos nosotras mismas las que, aún sabiendo lo dañino que es decir “eso es cosa de niñas”, seguimos insistiendo en eso. Deberíamos ser nosotras mismas las que nos enalteciéramos y demostráramos lo valientes y poderosas que somos. 

Este video muestra lo que estoy tratando de decir.

Y tú, ¿cómo estás educando a tus hijas e hijos?

Fuente: upsocl/ Lolita Cuevas-Avendaño




Suscríbete gratis y recibe nuestros artículos en tu correo